PREGÓN DE LA SEMANA SANTA 2016
POR D.Rafael González Serna
Una llamá a Sevilla
Rafael González Serna ha ido desgranando su Semana Santa por
orden cronológico, pero comenzando con el principio de todo. «Escuchadme ahí
abajo. Esta levantá va por mi padre, vamos a hacer las cosas mu despacito,
con mucho mimo y cariño, las llamás las quiero mu cortas. No cogé ventaja,
que no hay prisa, la cintura quieta y los talones juntos. ¡Tos poriguá valientes!
Vamos a poner en las calles de la ciudad más hermosa del mundo a nuestra Semana
Santa. ¡A ésta es!».
Así, fue sacando poco a poco a la cofradía en un preludio en
el que se acordó de las vísperas («benditos sean sus hermanos/ que también son
sevillanos/ y cofrades de verdad»). Y, cuando ya estaba en la calle, con
el verso de «¡Vamos al cielo con ella»! arrancó la banda con el Himno y, por
primera vez, el teatro se puso en pie para aplaudir al pregonero.
Serna tenía lágrimas en los ojos desde que se sentó en la
silla y comenzó a sonar «Cristo en la Alcazaba». Con «Amarguras», sus piernas y
sus manos eran fiel reflejo de los nervios que sentía. Y, de forma improvisada,
«tengo dentro un jipío», antes de empezar con el leit motiv del pregón:
«Va por Fernando Carrasco».
La primera parte de la Semana Santa
Primero, el Domingo de Ramos, que empezaba en el parque
con la Paz e iba hablando de cada cofradía en un orden temporal hasta que llega
la noche y se acordaba de sus años de costalero en la quinta trabajadera
de la Virgen del Socorro, en esa igualá en el patio «junto a la fuente de
piedra/ negro ese pantalón largo/ zapatilla y faja negra».
Al llegar el Lunes Santo, intercaló una reflexión de esa
Sevilla a la que «le sobra la propaganda» porque «al final la antigüedad/ no te
va a servir de ná,/ cuando llegues a sus plantas/ no hay número para
entrar/ en esa cola tan larga». Por eso pide que «vamos a llevarnos bien/ y a
aprender de los errores,/ que para ser sevillano/ sólo hay que ser buen
cristiano/ y aquí los hay a montones», que acabó con otro ole rotundo del
Maestranza. Fue «rama de olivo» en el Beso de Judas, hermandad donde
expresó su devoción rociera, viéndola subir la Costanilla, y acabó este
capítulo besando el jarrillo de lata que le regalaron en la Redención.
Martes en Santa Cruz
Aunque su padre estuvo presente en todo el texto, al llegar
el Martes Santo se hizo presente cuando el pregonero se abrió de pecho y
declaró que «y mira que a esos tres los quiero —por sus hijos—/ con el
alma de ida y vuelta/ y a la madre que los parió/ y a la que parió al poeta/
pero al que todo me lo enseñó/ con ese amor no hay quien pueda».
Con el recuerdo al hombre que le dio la vida y a su Cristo
de las Misericordias de Santa Cruz, comenzó el relato de la jornada en la que
hasta «Pilatos se queja por no ir de costalero», terminando en los Jardines de
Murillo con la Candelaria.
Música, maestro
Cuando se hizo presente el Miércoles Santo, comenzó a sonar
una pieza musical compuesta por Marvizón en la que se integraban compases de
marchas como «Nuestro Padre Jesús», «Macarena» de Cebrián, «Procesión de Semana
Santa en Sevilla», «Esperanza Macarena» o «Madre Hiniesta», siempre al compás
de la voz de Rafa Serna, en una melodía para el recuerdo, que levantó al
público de sus asientos e hizo llorar con unos versos que rezaban… «La música
del dolor,/ del amor, de la esperanza,/ de la nota de color/ a la fuente de una
plaza,/ a la reja del balcón/ que ve como el tiempo pasa/ y con el tiempo la
pasión,/ siguiendo el mismo guión,/ puro eco y resonancia,/ martinete que en la
fragua/ no pierde el compás ni el son,/ una daga que traspasa/ la pared del
corazón». Música con la que conectó con el Jueves Santo, y que terminó en
fuerte con la Virgen del Rosario de Montesión en un pasaje central del pregón
que, a buen seguro, será uno de los más recordados.
La Madrugada
Con unos versos al Señor de Pasión sin mirar el papel —«la
perfección sin igual/ y repetirás conmigo/ que sólo le falta hablar»—;
conectaba Serna con la noche en la que «Sevilla se define por sí sola», con un
recuerdo a Antonio León, capataz del Silencio, al Calvario y con una primera
alusión al Gran Poder que, de nuevo, fue interrumpida con aplausos.
Ante el Señor se postró, «con el alma hecha jirones» en
busca de su misericordia… «¿Cómo te pido perdón/ si no perdono primero?» Y puso
«la otra mejilla» ante quienes «vengan a imponerme con sus leyes cuándo tengo
que venir a suplicarte». Aquellos que «se equivocan si al pensar que aquí en
Sevilla/ dudaremos en salir en tu defensa./ No propongo enfrentamientos ni
guerrillas/ y no impongo mis creencias por la fuerza/ sólo hablo de rezar un
padrenuestro/ que se escuche en los confines de la Tierra./ Y ese día que me
encuente ante sus ojos/ de rodillas humillado en tu presencia,/ Gran Poder que
perdonas nuestras deudas,/ si me pides que perdone, yo perdono/ aunque duela
perdonar al que te ofenda».
Con esta profundidad abandonó la basílica de San Lorenzo el
pregonero y se fue para Triana, con la leyenda de la creación de Santa Ana, con
las dos alfareras que jugaban junto al río «mojándose los vestíos». «Fue
así como creó Santa Ana/ azulejos de cuerdecillas/ para traer a Sevilla/ la
Esperanza de Triana», a la que «este macareno reza/ con tu salve marinera».
De camino a los Gitanos, otra reflexión improvisada: «Miren,
desde que murió mi padre, lo he buscado a él en los ojos y palabras de las
personas mayores. Pepe Moreno, cada vez que te miro y me hablas, encuentro a mi
padre», le dijo al hermano mayor de la corporación «un sevillano de pura raza
en el tiempo y de piel blanca, curtida a base de sufrimiento».
Dejando para el final al Señor de la Sentencia y a la Macarena,
habló del Viernes y Sábado Santo, y en este último hizo un repaso hermosísimo a
todo lo que ha vivido Sevilla durante una semana, a pie quebrado… «Y se hizo
fuerte, porque aquí la muerte, además de pena, es tener la suerte de vivir con
ella».
«Perdona el retraso…»
El pregonero se disculpaba con la Macarena por dejarla para
el final y mantuvo un diálogo con el Señor de la Sentencia cargado de símbolos,
en tono de broma pero con mucho trasfondo, como en el pasaje en el que habló de
los armaos… «Sabes que no estoy tranquilo hasta que lleguen esos romanos arrepentíos y
notar que desfilan detrás de mí me llena de orgullo y tranquilidad, no están
los tiempos para salir con escolta», que provocó risas y aplausos. Como lo
hizo cuando, hablando con el Padre, llegan «los de negro» a pedir la venia.
«¿Se la damos?». A lo que contesta el Señor: «Déjate de bromas, hijo, la
concordia es una palabra mía y recuerda que mi palabra va a misa», en alusión a
las asperezas que ambas cofradías han tenido en la negociación de la Madrugada.
Y de ahí, a su Esperanza, la de las cinco lágrimas… «¿Quién
te hizo, Reina y Madre,/ y después que terminara/ por qué elegiría esta
tierra,/ el reino donde reinaras,/ y decidió que su Reina,/ Madre de Dios
soberana,/ se llamase Macarena/ y naciera sevillana?». Con estos versos a la
Esperanza terminaba el pregón, no sin antes volverse a referir a su padre en un
epílogo en el que, llorando, buscó la misericordia en el horizonte, pidiéndole
a su progenitor… «Y abraza a este macareno/ que me rocen tus mejillas/ porque
se cumplió tu sueño:/ que tu hijo el más pequeño/ le pregonara a Sevilla».
Acababa a las 13:54 horas un pregón memorable, al que sólo
le faltó que el público del teatro lo cogiera a hombros para sacar a Serna por
la puerta grande.
FIN
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El pregonero al finalizar el pregón |
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